El regateo acaba convirtiéndose en un ritual despiadado. El vendedor sabe cómo tratarte, qué decirte y cómo llevar la dinámica del estira y afloja, contigo. Tú, por tu parte, te empeñas en hacerle creer al vendedor que sus artimañas no te impresionan, que sus trucos no te achican y que ni sus desplantes, ni sus fingidos enfados, te ablandarán. Y así... hasta el trato final.
Fijáos en la cantidad de collares que cuelgan de este puesto. En el mínimo espacio, el máximo de combinaciones.